Hablar de Julián García-Reyes, es derechamente hablar, más allá de uno de los genios y figuras de nuestra radiodifusión, de un notable ser humano. Desde muy cabro chico toda mi admiración por su trabajo nunca me había permitido tener la posibilidad de siquiera verlo en persona. Menos conocerlo. Pasaron muchos años y ya bien adulto, los astros se alinearon para aquel memorable encuentro. Para ser franco, no recuerdo bien cómo se fraguó aquello. Mi teoría más cercana es que creo me inventé una excusa para saldar esa cuenta pendiente. A fines de los 90, elaboré un programa piloto para la Radio Horizonte, su chiche por aquel entonces, a la sombra de una Radio Concierto desorientada por el cambio radical que impuso el arribo de Rock & Pop y otras emisoras juveniles. Así, logré concertar una entrevista en los Estudios de Av. Los Leones con Pocuro.
Con una cordialidad inusitada me recibió en su oficina. Un lugar acogedor y cálido, como él. Quizá, la coincidencia de haber sido profesor de sus hijos Catalina y Julián, me hacían algo más cercano. La cita duró más de dos horas. Del programa piloto, hablamos los últimos 5 minutos. La verdad es que ni a él ni a mi nos interesaba mucho ese asunto. Recuerdo con claridad que uno de los temas mejor desarrollados fue el del, por ese entonces, estado crítico de la Radio Concierto que trataba de despojarse del Desembarco de los Ángeles. Un proyecto identificado con Christian Warnken que aún hoy no es evaluable. Creo que en unos años más la audiencia quizá sí esté mejor preparada para el juego poético, filosófico e irreverente al que nos invitaba. Se adelantó a su tiempo. Así, ambos compartíamos el dolor de la caída.
Luego, haciendo referencia a la revolución que produjo en el dial de las juveniles, Rock & Pop, me preguntó de sopetón: ¿Pepe, y tú qué habrías hecho? Aunque nunca pensé en aquello. Respondí con vigor y certeza: Nada. No habría hecho nada. Quizá por torpeza, quizá por fanatismo ciego, pensaba que la Concierto original era tan fuerte que una vez pasada la moda de las nuevas duplas parlantes (esa generación de gritones y muchas veces ignorantes), ésta emergería nuevamente en todo su esplendor. Algo así como fondearse para capear la tormenta. Sin obcecarme ante la evidencia que la radiodifusión chilena tuvo un giro radical a comienzos de los noventas, con ajustes más, ajustes menos… sigo creyendo en la existencia de un espacio para aquella Radio Concierto.
En nuestra conversación, pude comprender aquello que motivaba ese estilo tan peculiar de los pensamientos y reflexiones en medio de una programación juvenil. Fue la forma que encontró Julián García-Reyes para agradecer, desde sus creencias, el haber zafado de una situación crítica de salud que lo arrancaron del mismísimo límite entre la vida y la muerte.
Nos volvimos a encontrar un par de veces. Yo, ya había cumplido mi anhelo de conocer a este hombre excepcionalmente sensible. Un talento de la radiodifusión. Un visionario y notable empresario. Un hombre de radio de tomo y lomo. Pero, lo más importante, había conocido a la voz de Dios.
Aquí, una pequeña muestra memorable de Julián García-Reyes.